Después
de un día agotador llegamos al que se iba a convertir en nuestro hospedaje
durante los cuatro días de estancia en Roma: El “Camping Village Roma”.
Nos
alojamos en unos chalets de madera con capacidad para 4 o 5 cinco personas. Los
alumnos disfrutaron de esa libertad que les daba el tener su propia “casita”
con salón y cocina incluidos. Además de los chalets, alumnos y profesores
pudimos disfrutar de las instalaciones del recinto: restaurante, supermercado,
sala de juegos, discoteca,…
Nuestra
visita a la ciudad de Roma comenzó en la parte más imperial: El Coliseo, una de
las siete maravillas del mundo, los Foros Romanos y el Palatino.
Disfrutamos
como niños con uno de los artistas callejeros que hacía pompas gigantes de
jabón en las inmediaciones del Coliseo, lo que hacía la ciudad más bella y
divertida aún.
El día lo terminamos atravesando el Circo Máximo de Roma y
llegando hasta la famosa Boca de la Veritá.
El
viernes, 16 de marzo, estaba destinado a la Ciudad del Vaticano. Pudimos
disfrutar de los impresionantes Museos Vaticanos, donde más de uno se perdió y
tuvimos que comunicarnos por whatsapp para poder volver a juntarnos todos en el
Obelisco de la Plaza de San Pedro. A todos nos dejó sin palabras la Capilla
Sixtina con los frescos de La Creación y el Juicio Final de Miguel Ángel.
Pudimos apreciar las dimensiones de la Basílica de San Pedro y bajamos a la
cripta del apóstol.
No contentos con esto, algunos valientes se animaron a
subir los casi 600 escalones de la cúpula para apreciar desde lo alto la vista
de la ciudad de Roma y de la Ciudad del Vaticano. Mereció la pena el esfuerzo.
Después
de recuperar fuerzas con una rápida comida, paseamos la ciudad de la Dolce
Vita. Nos encaminamos por la Vía de la Conciliación hasta el Castillo y el
Puente del Santo Ángel y, desde allí, hasta la siempre animada Plaza Navona,
donde degustamos el delicioso helado de tartufo.
No podía faltar la divertida
atracción de tirar una moneda a la Fontana de Trevi para pedir el volver a la
ciudad. El deporte más arriesgado de este famosísimo lugar fue hacernos una
foto rodeados de cientos de turistas de todos los rincones del mundo.
Este
día tan completo terminó en la Plaza de España cogiendo el metro para volver al
camping en el que tanto disfrutaron los alumnos.
No
podíamos volvernos de Roma sin pasear por uno de los barrios con más encanto de
la ciudad, el Trastevere, con esas vistas del Río Tíber y esas calles tan
coloridas y plagadas de restaurantes, pastelerías y heladerías con los que no
pudimos evitar la tentación y después de comer pizza la mayoría y un delicioso
helado nos encaminamos hasta la escalinata de la Plaza de España para disfrutar
de una tarde libre dedicada, principalmente, a hacer compras en la Vía del Corso,
que termina en la Plaza del Pueblo.
Esta última noche, profesores y alumnos
echamos unos bailes en la discoteca del camping de Roma.
Y,
casi sin darnos cuenta, llegó nuestro último día en la ciudad, pero aún nos
quedaba una mañana repleta de actividad en el Campidoglio, donde nos hicimos
una bonita foto junto a la Loba Capitolina, en la Plaza Venecia y en el Campo
de las Flores.
Terminamos el viaje comiendo en el restaurante Mamma Roma un
delicioso y típico menú italiano: Bruscheta, pasta a la boloñesa y pana cota de
postre. Con nostalgia, la foto de la despedida fue en la Fuente de los Cuatro
Ríos en Plaza Navona.
La
vuelta la hicimos desde el Aeropuerto Fiumicino de Roma hasta Madrid y de
madrugada viajamos en autobús, agotados y casi todo el camino durmiendo, hasta
Don Benito.